Biblioteca Cruceña

Sunday, September 24, 2006

Grito contra la pobreza y el abandono (24 de septiembre 1810)

El mural de Herminio Pedraza, que puede ser apreciado en el Comité pro Santa Cruz, sintetiza el espíritu de lucha del hombre de estas tierras.
Autor: Roberto Aguirre Durán
Fuente: El Deber (24-09-2006)

Con el alzamiento del 24 de septiembre de 1810, los patriotas desplazaron a los realistas Apenas una década después de su fundación (26 de febrero de 1561), Santa Cruz de la Sierra ya tenía fama por sus continuas revueltas, afirman Humberto y José Vazquez Machicado en su obra ‘Santa Cruz de la Sierra, apuntes para su historia’. No hay que extrañarse mucho de la índole pendenciera y rebelde de esos cruceños. Hay que considerar que se trataba de gente que moraba en las fronteras de la civilización, rodeada de enemigos mortales y viviendo en constante peligro, agregan los autores. Es que cerca a 1586, se lee más adelante, las llamadas ‘ciudades’ en el actual oriente boliviano no eran más que un hacinamiento de chozas. La producción agrícola, en la que se destacaba la del azúcar, tenía en Potosí a su principal mercado. Los hermanos Vázquez Machicado destacan ese carácter de “elemento de producción agrícola y proveedor de la nacionalidad boliviana” para ratificar además la condición de “defensa de la provincia Charcas” contra los ataques de los chiriguanos y “baluarte también contra las avanzadas portuguesas” que soñaban con llegar a las minas del Cerro Rico. Como los indios de los llanos no pudieron ser sometidos por los incas, las vías en la selva eran apenas sendas. En la región, la pobreza era tal que el gobernador Lorenzo Suárez de Figueroa pidió al virrey liberar a Santa Cruz del pago de tributos.El abandono marca el devenir de Santa Cruz, despreciada por el centralismo colonialista, al quedar lejos del centro de poder altiplánico y por la ausencia de minerales, oro y plata concretamente, que se explotaban en la época. El terreno estaba abonado para ser eco de los movimientos libertarios americanos. Este panorama se mantuvo durante el siguiente par de siglos. Pocos fueron los cambios, incluso luego que en 1778 las cuatro provincias de la Audiencia de Charcas (La Paz, Chuquisaca, Potosí y Cochabamba-Santa Cruz) pasaron del Virreinato de Perú a jurisdicción del recién creado Virreinato de La Plata.En este escenario tuvo lugar el grito libertario cruceño, sin que mediaran muchos factores ideológicos ni económicos, apuntan los Vázquez Machicado, porque “en un medio tan pequeño, tan reducido, tan primitivo en su sociabilidad y desarrollo económico, se planteó la lucha de las dos clases (latifundistas y clase media) que se disputaron la nueva modalidad del mundo: el feudalismo con sus privilegios y la burguesía con su liberalismo”. Se considera que la clase indígena estuvo al margen de la revolución emancipadora porque en el oriente, al contrario del altiplano, no hubo el azote del trabajo forzado con la mita. Sin embargo, los mismos autores admiten, un capítulo más adelante, que “la idea revolucionaria habíase infiltrado también en los cerebros de la aristocracia cruceña (...). El doctor don Antonio Vicente Seoane y Robledo, que suscribiera en 1825 el acta de nuestra independencia, se educó en Charcas”. El historiador Isaac Sandóval destaca, por su parte, que el “movimiento libertario lo vanguardizaron abogados, hacendados, sacerdotes y militares. Se trataba de sustituir el poder peninsular por el poder regional o local, considerado el auténtico representante de la soberanía popular”. El movimiento cruceño es citado en consonancia con lo que ocurría en el entorno rioplatense, de donde provenían las proclamas independentistas, mientras que las presiones para mantener la lealtad a la corona española llegaban del Perú.
En esa Santa Cruz empobrecida e ignorada, el 24 de septiembre de 1810 se registró un levantamiento contra la corona española. Uno de los líderes fue el coronel Antonio Suárez, que formó una Junta de Gobierno junto a José Andrés Salvatierra y el abogado Antonio Vicente Seoane. Los patriotas mantuvieron el mando durante siete meses, hasta que los realistas retomaron el poder. En 1813 el coronel Suárez volvió a imponerse, con el apoyo de los ejércitos enviados desde Argentina. Se dan entonces las batallas en Florida (1814) Santa Bárbara (1815) y El Pari (1816), con héroes de la talla de Ignacio Warnes, Ana Barba, el comandante criollo José Manuel ‘Colorao’ Mercado y su esposa Dolores Melgar, José Manuel Baca ‘Cañoto’, Francisca López, entre otros personajes. El grito libertario del 24 de septiembre de 1810 es celebrado cada año porque marcó el inicio de la llamada Guerra de los 15 años. Las victorias de uno y otro bando se alternaban, con un rol protagónico para el ‘Colorao’ Mercado que durante nueve años lideró las fuerzas rebeldes, hasta que el 14 de febrero de 1825, ingresó triunfante a la plaza principal de Santa Cruz de la Sierra. Fue el corolario de la lucha independentista en el oriente. Un “trance histórico con poco apoyo, por las dudas de algunos, la desconfianza de otros o el apego a las conveniencias de los burócratas”, sostiene el historiador Sandóval. Condiciones que se repetirían, incluso hasta en tiempos actuales, en diversas luchas del pueblo cruceño fundado en 1561, olvidado durante siglos y que se mantiene en estado de rebeldía por mejores días.

El antecedente negro de 1809

La insurrección de los esclavos negros en 1809 es poco conocida, puntualiza el texto histórico ‘Santa Cruz de la Sierra, apuntes para su historia’, al citar las dos únicas fuentes documentales, una de Plácido Molina y otra a cargo de José Manuel Ponce, complementadas por un boletín de José Vázquez Machicado a quien se cita con preferencia. La revuelta tuvo lugar porque la corona española había ordenado la libertad de los esclavos e incluso los eximía del pago de impuestos, pero tal orden no se quería cumplir. Por tanto, según consta en documentos del Archivo de Buenos Aires, “el plan consistía en asaltar la ciudad el 20 de agosto de 1809 antes del amanecer, pasando a degüello a toda persona de cara blanca”. El plan fue descubierto y ejecutados los involucrados, desde el jefe comandante de los negros portugueses, José Salvatierra, llamado Franco, hasta los demás morenos y mulatos comprometidos. Los pocos que se salvaron fueron a dar a lejanas propiedades campestres y un grupo a Cotoca, con el resguardo de una imagen de la Virgen María. Los autores admiten que en este levantamiento de los negros no medió un tema ideológico, ni racial, sino un primario instinto de libertad. Incluso no era un motín contra la corona, porque más bien el rey los liberaba, por tanto, no se puede considerar parte del movimiento independentista. La comunidad negra participaría años después en las batallas por la independencia, con un batallón conocido como Los Pardos.

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